lunes, 10 de abril de 2023

20 Aniversario

 Políticamente incorrecto, irredento pecador.

Este es un escrito irrelevante por cuanto está motivado por el cumpleaños no de un humano, ni tan siquiera una mascota. Hoy, nueve de abril de 2023, mi coche cumple 20 años.

He poseído no pocos vehículos y actualmente tengo algunos, de dos y cuatro ruedas, todos ellos más modernos, pero ninguno ha tenido ni tiene la consideración de “mi coche” como el que cumple hoy su veinteavo aniversario.

Es un Porsche 911, de los muchos miles que se llevan fabricando desde 1963. Se mantiene en un excelente estado a pesar de su edad y sus casi doscientos mil kilómetros. Ha sido un fiel compañero, fiable, divertido, potente, dócil y rebelde a la vez y sigue transmitiendo emociones a quien lo conduce llenando de placer cualquier trayecto adaptándose al perfil del trazado como guante de seda en puño de hierro. Pretendo seguir con él durante los próximos veinte años, hasta que uno de los dos expire y deje al otro en la soledad y el desconsuelo.

Pero ¡qué digo! ¡Veinte años! ¡Blasfemia! ¡Un coche térmico en 2043!

Pues sí. Reflexionemos. Partimos de axiomas falsos confundiendo el CO² con la polución, el cambio climático con el fuego del infierno. La combustión es una reacción química exotérmica en la cual se produce una reacción entre una sustancia combustible y un agente oxidante (usualmente oxígeno), generando calor y emitiendo productos de combustión, como dióxido de carbono, agua y otros gases y residuos. Durante la combustión, la energía química almacenada en la sustancia combustible es liberada en forma de calor y luz, lo que la convierte en una fuente importante de energía para muchas aplicaciones prácticas. Recordemos que la revolución industrial liberó al ser humano del esfuerzo para realizar un trabajo sin usar su energía física, rompió los límites de la energía disponible y por tanto el potencial de trabajo de la humanidad.

Sin embargo, la combustión también puede tener efectos negativos sobre el medio ambiente, ya que hay productos de la combustión que pueden contaminar el aire. Por esta razón, se buscan formas de reducir la emisión de gases y residuos en los procesos de combustión. Vamos a profundizar un poco buscando la ecuanimidad y los efectos probados.

Los gases.

El dióxido de carbono (CO²) es un componente esencial para el proceso de fotosíntesis de las plantas. Durante la fotosíntesis, el CO² es absorbido por las hojas de la planta a través de unos pequeños poros llamados estomas. Una vez dentro de la célula vegetal, el CO² se combina con una molécula llamada ribulosa bisfosfato (RuBP) para formar una molécula inestable llamada ácido fosfoglicérico (PGA). El PGA se convierte en glucosa y otros compuestos orgánicos a través de una serie de reacciones químicas que requieren energía de la luz solar y de otras moléculas disponibles en la naturaleza. Sin CO², las plantas no pueden realizar la fotosíntesis y crecer, lo que tendría un efecto devastador en el ecosistema y la vida en la Tierra. Los análisis geológicos muestran que la concentración de CO² en la atmósfera terrestre desde la aparición del hombre en la tierra, ha fluctuado entre 250 y 700 partes por millón (ppm). Las fluctuaciones dependen en gran medida de efectos naturales (eventos volcánicos, meteóricos, etc). Se estima que al comienzo de la revolución industrial la concentración era de 300 ppm y hoy alcanza los 416 ppm. Las plantas crecen más, emiten más oxigeno y nosotros respiramos mejor en este sentido. El efecto invernadero del CO² es importante, pero de menor entidad que los aspavientos de movimientos catastrofistas quieren magnificar. Controlar su evolución, sí. Pero la criminalización actual del CO² es rotundamente una exageración impropia. Estamos hablando del 0,04% de los componentes de nuestra atmósfera. En todo caso, los grandes productores de CO² son las plantas de producción eléctrica, en su mayor parte.

Los óxidos de nitrógeno (NOx) son gases producidos durante la combustión a altas temperaturas y pueden causar problemas respiratorios, como el asma, y contribuir a la formación de smog y lluvia ácida.

El monóxido de carbono (CO) es un gas inodoro e incoloro muy tóxico para los humanos y los animales, ya que interfiere con la capacidad de la sangre para transportar oxígeno.

Los hidrocarburos (HC) en forma gaseosa son emitidos cuando el combustible no se quema completamente y pueden contribuir a la formación de ozono troposférico, un contaminante del aire perjudicial para la salud.

Las partículas.

Las partículas microscópicas de muy diversa composición, pueden causar problemas respiratorios y enfermedades pulmonares cuando se inhalan, y también contribuyen a la formación de smog y a la contaminación del aire. Los motores térmicos emiten una variedad de productos sólidos en forma de partículas cuando se quema el combustible en su interior. Estas partículas se conocen como material particulado o PM (por sus siglas en inglés, Particulate Matter).

El material particulado emitido por los motores térmicos puede variar en tamaño y composición, dependiendo del tipo de combustible utilizado, la calidad del combustible, el diseño del motor y otros factores. Algunos ejemplos comunes de productos sólidos emitidos por un motor térmico son:

Hidrocarburos aromáticos policíclicos (HAP): Estos compuestos orgánicos sólidos son producidos durante la combustión incompleta del combustible y pueden ser tóxicos para la salud humana y el medio ambiente.

Óxidos de azufre (SOx): Estos productos sólidos se forman cuando el combustible contiene azufre y se quema a altas temperaturas. Pueden contribuir a la formación de lluvia ácida y otros problemas ambientales.

Metales pesados: Algunos metales pesados, como el plomo, el cadmio y el mercurio, pueden estar presentes en el combustible y ser emitidos como partículas sólidas durante la combustión.

Cenizas: Las cenizas son el residuo sólido que queda después de la quema del combustible. Estas partículas pueden ser tóxicas y contribuir a la contaminación del aire y generar smog.

Es importante controlar y reducir la emisión de estos productos sólidos de los motores térmicos para proteger la salud humana y el medio ambiente. Los motores modernos ya utilizan tecnologías como los filtros de partículas para reducir la cantidad de material particulado emitido por el motor.

Para reducir la emisión de gases y partículas tanto en su cantidad como en su poder contaminante, se utilizan tecnologías como los sistemas de control que incluyen sensores, catalizadores y filtros activos. Las tecnologías híbridas en la tracción de vehículos, permiten recuperar la energía en las deceleraciones (frenados) y así disminuir los consumos y por tanto emitir menos residuos. Combustibles mejorados con nuevas tecnologías y esfuerzos adicionales en la producción de motores más limpios contribuirán a una larga vida de los motores térmicos cuya sustitución, hoy en día, no es posible sin dañar grave y profundamente la vida humana en sus facetas laborales y económicas, así como en el confort y libertad conseguidos.

Dejaremos atrás indudablemente nuestra era del carbón (combustibles fósiles), pero a su tiempo y en función de la capacidad humana para sustituirlo por conjuntos (combustible y motor) basados en otras tecnologías. Consumir carbón, gas y petróleo para producir energía eléctrica y luego favorecer al coche eléctrico portador de un inmundo almacén de contaminación escondido en su batería, no es la solución. Las baterías tienen una vida operativa claramente inferior a la del coche térmico y su reciclaje es mucho más complejo que éste, con restos imposibles de eliminar totalmente y potencialmente muy peligrosos para la vida. La generación de electricidad "verde" (sin gas, carbón, ni petróleo) para las necesidades de la humanidad actuales (y menos futuras) no se conseguirá hasta el próximo siglo (por lo menos). La esperanza actual de producción eléctrica en una térmica de fusión no es probable hasta finales del presente siglo. Estamos en un impass y deberemos gestionarlo con inteligencia y basándonos en realidades y no inútiles quimeras. Deberemos trabajar durante los próximos decenios para producir mejores y eficientes combustibles y motores menos contaminantes. Las baterías, los combustibles, los neumáticos, los alquitranes y los motores (en este orden) deberán ser más amigables con la naturaleza.

En esta extraña Europa donde vivimos, habitan unos cuatrocientos millones de personas. La población mundial se aproxima a los ocho mil millones de seres humanos. Representamos menos del 5% de la humanidad. En Bruselas deben desconocer este dato. Según la Asociación Europea de Fabricantes de Automóviles (ACEA), la industria automotriz emplea directamente a 2,8 millones de personas en Europa y cerca de 15 millones de empleos indirectos. La producción de vehículos eléctricos no precisa de esta mano de obra. De los siete mil seiscientos millones de personas no europeos, la gran mayoría sueña con poseer un Porsche, un Mercedes, un Audi, un Ferrari... Un coche europeo (térmico). La industria europea puede valorar su producto gracias a este inmenso mercado. Los vehículos que usará el 95% de la humanidad seguirán siendo térmicos, tras el 2030. Según lo que ahora predican los voceros de nuestros líderes europeos, renunciaremos a estos productos y mercados y el 5% de la humanidad irá a pie o andando a buscar trabajo en la Ford, la Toyota o la General Motors. La polución debida a los coches térmicos (sea la que sea) se reducirá en un inapreciable ¿5%? ¿Europa se depreciará y se empobrecerá mediante este suicidio colectivo para conseguir algo parecido a nada?

Por mucho que se legisle contra ella, la realidad es cabezona y nada influenciable.

¿A qué intereses sirve la irrealizable agenda 2030 impuesta por esta endógena Europa? Para mí, ésta es la pregunta que requiere una clara y necesaria respuesta. 

Los políticos no buscan largas explicaciones como la presente, algo complejas y buscando la comprensión de la gente en procesos no siempre bien conocidos. Buscan un eslogan y un culpable. Luego, los medios serviles, la propaganda y supuestos estudios técnicos rastreros esparcen el mensaje corto de simplona comprensión. 

Parece que es mejor matar al paciente que buscar el remedio a la enfermedad.

1 comentario:

Adolfo del Rey Llauradó dijo...

excelente reflexión, amigo Roger y con la que comulgo totalmente ...