lunes, 6 de julio de 2020

Ennio Morricone - Sergio Leone

Colaboré con Sergio Leone en alguna de sus películas como fónico (grabación de sonido directo). Mi suerte fue figurar en una ficha de la Metro (Metro Goldwyn Mayer) como "Sound Engineer" gracias a una colaboración en el rodaje de "The Great White Hope" (La gran esperanza blanca) en 1970, en la que tuve que sustituir al jefe de equipo de grabación por accidente durante unos días.
Con ello entré a formar parte del equipo de rodaje en España de esta productora, que en su momento, descubrió el "spaghetti western" como una rentable fórmula para internacionalizar sus películas del Oeste americano. El genio de Sergio Leone hizo de la receta una auténtica lista de éxitos no exentas de originalidad, ingenio y agudeza. Como todos los grandes, supo rodearse de todo aquello que sumara inteligencia y calidad. La relación con Sergio Leone nunca era trivial. Su vitalidad y su genio desbordaban toda contención posible. Sus amigos eran a su vez, personas excepcionales.
Conocí a Ennio Morricone durante el rodaje de “Giu la testa coglione” ("Agáchate, Maldito", en España.), en 1971. Fue en la llanura de Guadix, durante una noche de rodaje, en que dos locomotoras debían chocar frontalmente en la escena climax de la obra, con James Coburn, Rod Steiger, Romolo Valli, Maria Monte y un maravilloso equipo de rodaje.
Sergio y Ennio eran grandes amigos, ambos de gran calidad humana sumaban una excepcional sensibilidad, humanidad y sentido del humor.
Tengo decenas de recuerdos y anécdotas mezclando vodka, limoncello y altas dosis de fino sentido y gran corazón. No era extraño acabar los rodajes con una comida, o cena, o lo que fuera que se alargaban durante horas en una desbordante muestra de relatos repletos de vivencias, inteligencia y humor. Tampoco era inusual escuchar los esbozos musicales que Ennio componía para una u otra secuencia del filme. Las discusiones eran acaloradas, vitales, sin reservas ni fingimientos. Ennio se iba a Roma, y tras unos días, volvía al rodaje con nuevas melodías, nuevos temas que solo un genio como él podía sintetizar de la obra que se estaba rodando. Según él, se debía poner en la película todo lo que no se veía ni se decía. Sin Ennio, el cine nunca habría sido completo, lo que ha sido y lo que es.
Yo no era nadie entre un nutrido grupo de grandes hombres. Pero algo aprendí de su sabiduría y tuve el honor de ser tratado como un igual en un entorno que me superaba en todos los sentidos.
Hoy lloro una vez más por alguien que nunca hubiera debido morir.

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