miércoles, 25 de septiembre de 2019

Trasmediterranea


Aviso a navegantes. Si va a embarcar en un buque de trasmediterránea, NO LO HAGA! No sin haberse puesto seriamente en forma. No valen abonos en gimnasios de pacotilla ni unas pocas sesiones de steps y aquagym. Deben formarse como auténticos profesionales de los cuerpos especiales. Yo, como muchos otros y otras, desconocía tal extremo y embarqué junto con mi coche sin especial preocupación. Los estibadores nos fueron mandando cubiertas abajo, con fastidiosas maniobras, hasta el mismísimo infierno llamado Garage A. Si ello les ocurre, abandonen toda esperanza, como escribió Dante en la puerta del infierno. Del garage A hasta recepción median cinco cubiertas. El trayecto cubierto por doce tramos de escalera infernal cuya pequeña huella y exagerada contrahuella (altura del escalón) hacen que cada ascenso sea un notable esfuerzo. La Señora que me precedía,cargada con una bolsa, un bolso y una caja respetable donde maullaba su mascota, mascullaba en cada impulso “esto es inhumano” y se ofrecía a dejarme paso. Yo aprovechaba la pausa para tomar resuello, secarme el sudor y rehusar cortesmente, haciendo ademán de dejar paso a la familia italiana que me seguía. El pater familia abría la boca como un rodaballo recién pescado. Cargado con una voluminosa mochila, rehusaba a su vez y tras dar las gracias, soltaba una retahilla de improperios como solo un idioma latino puede producir. El gobierno, la iglesia, el propio creador y su madre, así como profesionales de varios ramos eran objeto de sus maldiciones y blasfemias. Los niños que le seguían parecían aprender un nuevo vocabulario en boca de su padre. Fué un viacrucis hasta alcanzar la cubierta del front desk a través de una puerta semi oculta tras la zona de restaurante. Todos llegamos en un estado lamentable y hubo quejas. Ja! La mayor parte despachadas con una indiferencia absoluta por parte del servicio de recepción. Tan solo tres de nosotros nos atrevimos a pedir una hoja de reclamación. Se presentó un personaje de aspecto funcionarial que reclamó billetes, DNI, datos del vehículo, números de teléfono, correos electrónicos, etc. El primero de los reclamantes, ante la petición de tanta información, se rajó inmediatamente, requerido por su mujer que ya había recogido la llave del camarote. El segundo se puso afanosamente a escribir en una hoja encabezada por Trasmediterránea. Yo exigí una hoja de reclamación oficial. El personaje de Trasmediterránea me ofrecía una hoja de sugerencias de la compañía e insistía en que era lo mismo. Tras mostrar mi enfado y exigir una hoja oficial nuevamente, el personaje en cuestión desapareció y se personó un empleado vestido de marino mercante. Mostrando mi actitud más decidida, el marinero actuando de sobrecargo acabó sacando del fondo de un cajón la tan requerida hoja de reclamación. El hombre a mi izquierda que estaba acabando de escribir la biblia en la hoja de la compañía se sintió estafado y finalmente renunció con un cabreo más que evidente. Depuse mi solitario huevo en forma de hoja oficial de reclamación en el fondo de un cajón del front desk. No sé si sabré mas de él. En todo caso, sin haber recibido disculpa alguna de trasmediterránea, estoy buscando otras compañías que me aseguren una vuelta sin necesidad de pruebas físicas extenuantes. El sistema actual está plagado de falsas válvulas de escape. No fuera que por una sobrepresión de cabreo del populacho hubiera que cambiar algo a su favor. La hoja de reclamación es un ejemplo perfecto. Impide decir que no puedes hacer nada y es la coartada ideal para que todo permanezca como debe estar en manos de quien manda y sus estructuras públicas o privadas.

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