viernes, 25 de marzo de 2011

De Luca a Lucas

Cavilando sobre la soberbia y prepotencia humanas, debemos aclarar que lo que llamamos graves daños al planeta no son más que alteraciones del entorno que pueden afectar a la supervivencia de especies enteras, incluida la del homo supuestamente sapiens. Al planeta en sí no le supone el menor perjuicio la aparición o desaparición de sus habitantes ni cualquiera de sus posibles actos y comportamientos. Se cuentan ya siete grandes extinciones conocidas y, con toda probabilidad, nada podrá evitar que haya otras muchas. De múltiples factores, pero también de nuestro comportamiento depende el tiempo que tarde en llegar nuestra propia desaparición. Ningún enemigo puede ser menospreciado, de un enorme cataclismo universal a un minúsculo microorganismo. Cualquier alteración global en nuestro ámbito puede producir cambios  a los que la especie humana no pueda adaptarse. Muy probablemente ello no significará el final del curioso proceso que llamamos vida en la tierra, y que se estima inició el excelso Luca.

LUCA nació hace unos 4.000 millones de años. Cuando lo posible se viste de oportunidad, todas las probabilidades son ensayadas y ocurre lo inevitable. Con un número suficiente de oportunidades, lo posible se torna realidad. Se juntaron unas 500 o 600 proteínas y se produjo lo que llamamos vida. El ente unicelular llamado Luca (Last Universal Common Ancestor), es supuestamente responsable de toda la diversificación que hoy existe en nuestro planeta, cuyos últimos 4000 millones de años han sido moviditos.

2000 millones de años tras la aparición de Luca, la cúspide de la pirámide vital estaba ocupada por laboriosas bacterias habitando un mundo exento de oxígeno tanto en medio acuático como terrestre. El planeta tierra era anóxico.

Algunos de estos microbios, las cianobacterias, empezaron a desprender oxígeno mediante un innovador proceso de transformación energética que llamamos fotosíntesis. El oxígeno era puro veneno para la gran mayoría de los seres vivos existentes en aquel momento. Los océanos eran aguas anóxicas (exentas de oxígeno) y las perversas cianobacterias se cargaron una parte nada desdeñable de su competencia. Durante los últimos 2.000 millones de años nuestra atmósfera se ha ido oxigenando. También se oxigenaron nuestros océanos ayudados por sucesivos episodios convulsos y cataclismos, subsistiendo en sus más profundas aguas, muy bajas concentraciones de oxígeno.

El oxigeno liberado por estos microorganismos precursores de nuestras algas y plantas, mató la mayoría de la vida, fue la primera gran extinción conocida. Solo sobrevivieron aquellos que se adaptaron a aquella nueva mezcla de gases cuya composición proporcional no ha dejado de cambiar. Entre ellos, las arqueobacterias de nuestros días que permanecen en eterna evolución durante los últimos tres o cuatro mil millones de años.

Hace unos 530 millones de años, se supone que por un cataclismo a nivel planetario, osciló brutalmente el nivel de los océanos, aparecieron mareas de aguas anóxicas y la gran mayoría de los seres pluricelulares, entre ellos trilobites, braquiópodos inarticulados, gusanos poliquetos y moluscos monoplacóforos, desaparecieron: se extinguió ¡el 90% de esas primeras especies animales! Fue la segunda extinción masiva conocida. No obstante ejemplares vivos del género neopilina aún se encuentran en fosas oceánicas a más de 5.000 metros de profundidad. La vida en cualquiera de sus múltiples formas es fácil de dañar, pero, por lo visto, muy difícil de exterminar en su totalidad.

Solo 90 millones de años después, hace 440 millones de años, el planeta se congeló casi totalmente. No subsisten evidencias de la causa de tan importante hecho, que hizo nuevamente desaparecer tres de cada cuatro seres vivos, pero si de sus efectos. En esta tercera gran extinción, desapareció junto con muchísimas otras especies, uno de los animales más extraordinarios y de apariencia más extraterrestre de los conocidos; el anomalocaris. Espeluznante mezcla de pulpo y gamba, artrópodo depredador enorme para la época y referente inevitable para las mentes enfermas de Hollywood, creadores de engendros deformes y monstruos esperpénticos.

Tras ponzoñas, mareas y congelamientos, un nuevo episodio de grandes maremotos hace 360 millones de años envenenó con aguas anóxicas gran parte de la tierra habitada por seres vivos. La vida poblaba ya superficies oceánicas y riberas. La emergencia de dichas aguas extinguió también gran parte de la vida marina, configurando la cuarta gran extinción. A pesar de ello los actuales nautilos, campeones en la resistencia a la hipoxia, permanecen en nuestras aguas desde hace más de 400 millones de años!

El mayor exterminio de la vida se produjo hace 250 millones de años, en la quinta gran extinción. Se produjo un caótico episodio de la corteza terrestre cuyas convulsiones provocaron inmensos afloramientos carbónicos que inyectaron a la atmósfera ingentes cantidades de monóxido i dióxido de carbono exterminando el 95% de las especies vivas.

El 5% de las especies supervivientes sufrieron solo 50 millones de años después, hace unos 200 millones de años, un nuevo episodio de enormes tsunamis y mareas de aguas anóxicas que extinguieron el 75% de dichas especies. Esta sexta gran extinción junto con la anterior dejó poco más del 1% de las especies que existían anteriormente en la tierra.

No obstante la vida perduró, divergió, se expandió nuevamente y produjo enormes lagartos que llegaron a dominar las demás especies del planeta. Hace 65 millones de años, los grandes saurios estaban encumbrados en la cúspide del organigrama vital. El plumón desarrollado por algunos de éstos a modo de manta térmica evolucionaba hacia las plumas de las modernas aves. Y no sabemos qué número de otras peculiares manifestaciones evolutivas se perdieron en la última gran extinción conocida, la séptima. Por lo menos un gran bólido se estrelló al norte de la península de Yucatán, cerca de la actual población de Chicxulub.

Se especula que, además de éste, varios meteoritos, fruto de una colisión de asteroides, y con la curiosa denominación de “familia baptistina” impactaron durante un corto periodo de tiempo en latitudes comprendidas entre 20ºN y 70ºN. Un auténtico bombardeo cósmico. Anomalías gravitatorias en cada uno de los cráteres descubiertos hasta ahora y formaciones geológicas extraordinarias así lo sugieren, pero ninguna evidencia probada lo determina.

El metorito de Chicxulub por si solo, con más de 10 kilómetros de diámetro e impactando a 90.000 km/h, debió liberar una cantidad de energía dos millones de veces mayor que el más potente de los engendros atómicos jamás fabricado por el hombre. Para quien sea curioso a este respecto, se estima una explosión de 400 zettajulios (4 x 10↑23 julios). Las consecuencias fueron sin duda planetarias. Una fina capa de iridio con trazas de platino en el substrato mundial correspondiente a esta época que limita el Cretáceo y el Terciario, así lo atestigua. La enorme nube de polvo y ceniza se extendió por toda la atmósfera, ocultando el sol y matando plantas, algas, plancton y casi toda la vida basada en la fotosíntesis. No solo eso, directa o indirectamente desapareció todo ser de más de 25 kilos de masa. A pesar de todo ello, esporas, pequeños mamíferos y otros rastros de vida no solo permanecieron sino que prosperaron y evolucionaron. Solo las especies con extraordinaria capacidad de adaptación, permanecieron.

Hace 55 millones de años empezó nuestro reinado. Los pequeños mamíferos evolucionaron, se desarrollaron y se expandieron aprovechando su oportunidad. Hace tan solo 14 millones de años, nuestros ancestros primates empezaron a cazar para alimentarse procurando una aportación proteínica suplementaria a su dieta. Siete millones de años mas tarde, homínidos de distintos géneros y dispares ramas evolutivas poblaban Africa. Los paleontólogos sitúan la aparición de la "humanidad" entre los 4,4 millones de años del Ardupithecus ramidus (Ardy) y los 3,4 millones de años del australopithecus afarensis (Lucy).

La existencia del homo erectus se remonta a unos 2 millones de años y lo más parecido al hombre moderno debía aún sufrir cuatro glaciaciones. Durante la primera glaciación el homo erectus aprendió a controlar el fuego, y con ello se protegió de la adversidad climática, diferenciándose definitivamente de los demás mamíferos.

Si este relato hubiera empezado contando un periodo de un año, es decir algo más de medio millón de minutos, hace tan solo minuto y medio, o sea unos 11.000 años, en el neolítico, plantamos semillas y apacentamos animales para nuestra alimentación. Aprendimos a producir excedentes alimentarios y a almacenar, dejando de depender de la obtención diaria del alimento cotidiano. Empezamos a prever de forma consciente y a programar nuestro propio futuro, pero también empezamos a desperdiciar y malgastar. Descubrimos que se pueden acumular bienes para su posterior consumo y finalmente a amasar fortunas y también a despilfarrarlas.

De uno u otro color, pelaje o cultura, pero todos mamíferos plantígrados terrestres con una misma procedencia, tan solo hace menos de dos segundos, o sea dos siglos, la revolución industrial nos desvinculó de gran parte de nuestras limitaciones físicas. Y solamente en el último segundo aprendimos a volar. Me siento afortunado como ser vivo que me haya tocado vivir durante este último segundo, cuando mediante curiosos artefactos somos capaces de emprender el vuelo, sin ser ovíparos ni estar cubiertos de plumas como el pato Lucas.

Roger Sangenis. PPL.

*Este artículo ha sido escrito con el soporte y consulta de textos de muy dispar procedencia intentando compilar datos corroborados por una extensa bibliografía de varias fuentes consideradas de la mayor consistencia, sin ánimo alguno de copia o plagio.

1 comentario:

Toño Alonso paniceres dijo...

Mira por donde ahora te localizao en un blog, lo cual no conseguí cuando estuve en Barcelona y que pude aprovechar para comer con Suny, Juan Atxer y Rosa. Veo que estás bien y, como yo, un poco fondón y sin flequillo.
Un abrazo Roger.
Toño Alonso Paniceres-Gijón